Llegó en muy mal estado y poco a poco se fue recuperando, pero el estrés del refugio lo tenía realmente mal. Su intensidad hacía de él un perro muy complicado tanto para los voluntarios como para su adopción. Por suerte, alguien se compadeció de él y le dio la oportunidad. Yucatán demostró ser un completo amor de perro fuera del refugio y dejó atrás todo ese malestar que sentía. Es más, hasta su pelaje terminó de mejorar y ahora se ha convertido en un perro radiante.