Llegó junto a su hermano, y aunque estaban un poco delgados y algo sucios, llevaban collares y teníamos la esperanza de que solo se hubieran perdido. Pasaba el tiempo y nadie los reclamó, llegó un punto en el que Durán lo estaba pasando muy mal en el refugio. Por suerte una maravillosa familia se cruzó en su camino y ahora es muy feliz.